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El lado oscuro de la productividad: Cómo la empresa nos engaña



En este mundo laboral, nuestra empresa a veces recurre a tácticas sutiles para que los empleados trabajen más horas de las que deberían. Estos trucos pueden ser engañosos y afectar nuestra salud mental y bienestar. Aquí tienes nueve de ellos:

La cantinela de la productividad: La productividad es importante, pero no debe convertirse en una excusa para hacer que los trabajadores trabajen más horas. esta empresa insiste en que la productividad es la clave, presionando a los empleados para que siempre den más. Es fundamental recordar que el equilibrio entre trabajo y vida personal es esencial para estar bien.

Seducción con prestigio y valores: Grandes empresas como la nuestra a menudo apelan a su prestigio y valores para que los empleados se sientan honrados de trabajar en grandes proyectos como Juegos Olímpicos. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar solo por la imagen de la empresa. El valor real de una empresa radica en el salario, las condiciones laborales y el respeto hacia los empleados.

Chantaje emocional y eufemismos: Esta empresa puede elogiar tu “dedicación” mientras te presionan para trabajar horas extras sin recibir una compensación adicional. Es importante reconocer estos trucos y defender nuestros derechos.

La cultura del presentismo: La empresa fomentan la idea de que estar en la oficina durante muchas horas es sinónimo de compromiso y dedicación. Esto puede llevar a que los empleados se queden más tiempo del necesario, incluso si no están siendo productivos, sólo calentando la silla.

La falacia del “Trabajo en equipo”: A veces, se utiliza la idea del trabajo en equipo para justificar largas jornadas laborales. Siempre es importante evaluar si las reuniones y colaboraciones son realmente necesarias o si solo están consumiendo tiempo.

La adicción a las redes de mensajería: Las aplicaciones de mensajería y correos electrónicos pueden mantenernos conectados al trabajo las 24 horas del día. Algunos jefes esperan respuestas inmediatas, lo que puede generar estrés afectando a nuestra salud y afectar nuestra vida personal.

La falacia del “Trabajo desde casa”: Aunque el teletrabajo tiene ventajas, también puede llevar a que trabajemos más horas. La línea entre la vida personal y profesional se difumina, y algunos jefes esperan que estemos disponibles en todo momento.

La falacia del “Horario flexible”: Aunque el horario flexible es beneficioso, algunos jefes lo utilizan como excusa para que los empleados trabajen más. Es importante establecer límites y no ceder ante la presión de estar siempre disponible.

La cultura de la gratitud excesiva: Algunos jefes fomentan la idea de que debemos estar agradecidos por tener trabajo, incluso si eso significa sacrificar nuestra salud y bienestar. Es fundamental recordar que merecemos un trato justo y respetuoso.

En resumen, debemos estar alerta y proteger nuestros derechos como empleados. No caigamos en las trampas que la empresa nos tiende y busquemos un equilibrio saludable entre trabajo y vida personal.



MSL vendió su alma



Una de mis primeras experiencias profesionales ha sido trabajar en MSL, una empresa familiar y líder en el sector de los eventos deportivos. Una de esas empresas por las que cualquier joven, con ganas de conocer mundo, como era mi caso, habría “matado” por trabajar allí en los años 90.

Tuve la gran “suerte” y “fortuna” de ser elegido para iniciar mi carrera profesional en ella.

Durante 16 años trabajé bajo unos principios y valores que hacía que sintiera que yo era parte de la empresa y que la empresa era de todos nosotros, más que simples compañeros de trabajo allí éramos grandes amigos y en muchos caso familia (en el sentido literal).

Nadie miraba las horas que hacías, las cosas tenían que salir y tú por compañerismo, amistad y, lo más importante, profesionalidad te quedabas sin que nadie te lo pidiera, sabiendo que si en algún momento necesitabas no poder ir a trabajar o salir antes, nadie te iba a decir nada.

Pero la crisis llego a MSL, la golpeó duro y tras unos años difíciles; el dueño se vio forzado a venderla en 2012, se la vendió a una gran empresa, una multinacional francesa como es AtoS.

Una de las primeras lecciones que aprendí en esa “gran” empresa era que nada iba a ser como antes, no íbamos a ser más amigos, sino todo lo contrario. En ese momento empezó a tomar sentido la frase “A la empresa se viene a trabajar y no a hacer amigos” es una expresión que empezó a flotar en el aire de forma permanente. Enrareciendo el ambiente, las caras de la gente empezaron a cambiar y una nube negra se cernió sobre MSL. Empezamos a ir a la oficina temprano por la mañana y corríamos como alma que lleva el diablo por la tarde en cuanto llegaba nuestra hora de salida, todo para poder salir lo más rápido posible de aquella cárcel en la que se ha convertido la empresa. Las 8 horas de jornada que dura mi día a día, mi único interés es tratar de pasar lo más desapercibido posible para que me dejasen tranquilo.

Mis inquietudes, expectativas y problemas importan poco o nada, de lo que se trata ahora es de trabajar cuanto más mejor y a ser posible sin rechistar porque si no, te convertías en una persona problemática, como dicen algunos jefes, “No sales en la foto”.

En esta empresa conocí por primera vez el significado de la palabra frustración, al sufrirla en mis propias carnes. Pero ni siquiera cuando trasladé a mis superiores lo que sentía conseguí que hubiese algún tipo de cambio o reacción por parte de la dirección antigua de MSL.

MSL-AtoS se convirtió en una empresa sin alma, sin corazón.

A lo largo de estos casi ya 6 años nos hemos acostumbrado a que MSL se haya deshumanizado, a que no sea nada más que un ente sin casi emociones, donde la relación laboral se traduce en una mera transacción diaria de trabajo realizado por una cantidad de dinero y poco más.

Lo más triste de esta situación es que de alguna manera TODOS, tanto empleados como empresas, hemos asumido que eso es así y que esperar algo diferente es como pedirle peras al olmo.

Desafortunadamente desde que estoy con AtoS escucho, con cierta frecuencia, cómo MSL tiene que tener muy claro cuáles son sus objetivos, conseguir ingresos, y que los empleados no son más que un mero recurso para poder alcanzarlo. Y que ellos cumplen con su parte del trato con pagar un salario a final de mes a cambio del trabajo de sus colaboradores.

Es como si el hecho de que la empresa se preocupase por sus trabajadores le fuese a convertir en una empresa a merced de estos, donde las decisiones no son tomadas bajo criterios de productividad sino de acuerdo con las necesidades de sus empleados.

Por mí edad pertenezco a la Generación X, una generación a la que nuestros padres nos educaron para trabajar duro, no dar problemas y esperar la recompensa por el trabajo bien hecho. Reconozco que hoy en día no me siento nada identificado con lo que se nos suponen a las personas de mi generación, somos conformistas y no luchamos por lo que merecemos.

No he sido capaz de verlo hasta que empecé a descubrir otras generaciones posteriores. Algo que tengo que agradecer a estas generaciones, es el hecho de que busquen poder darle sentido a su trabajo; que no aceptan todo lo que les viene impuesto, que por un sueldo no aceptan cualquier cosa y que no están dispuestos a vender su alma simplemente por mantener un puesto de trabajo. Por eso sus búsquedas de trabajo no van orientadas tanto al beneficio personal como a poder marcar una diferencia con su trabajo..

Para mí que tendría que tener una empresa para tener corazón.

- El producto o servicio no es el centro del negocio sino las personas. Hay que tener muy claro que es el talento el que elige dónde quiere trabajar.

- Sus trabajadores se sienten especialmente orgullosos y comprometidos con su empresa.

- Están comprometidos con el desarrollo de sus trabajadores y fomentan que estos puedan seguir creciendo sin ningún tipo de barreras.

- Donde la comunicación fluye de manera natural. Existe comunicación bidireccional.

Lo único que queda de MSL es el nombre, todo lo demás se perdió en el camino, y en la forma de trabajar de AtoS, donde en vez de ser compañeros, nos convertimos en: colaboradores, recursos, un simple número, cuya única misión consiste en engordar las cuentas de la empresa, a cualquier coste y sin preocuparse por las personas.